Humans of maat: Alexei

Todos, de distintas maneras, estamos en busca de nuestra identidad en un mundo en el que esto es extremadamente complejo, en parte por los trámites y la burocracia.

 

Nací en una familia fuera de la común, soy nieto de migrantes polacos, tal vez por eso, siempre me ha costado identificarme con los demás. Todo empezó con mi nombre Wiktor Alexei Stanislawski Michelena. Cuando era niño, en la primaria, me costaba mucho trabajo escribirlo y también a mis conocidos. Incluso hoy cuando quiero hacer una reservación o solicito un servicio por vía telefónica es un problema deletrearlo. La cuestión es que nuestros nombres son más que una simple palabra, son también parte de nuestra identidad.

Más adelante, en un trabajo donde me debía presentar continuamente, dar mi nombre era un problema. Por practicidad, decidí cambiar mi nombre a Alex Torres. Pero cuando mi papá lo supo, se enojó mucho. Al principio, no supe por qué, pero luego entendí que era por su historia. Su padre llegó a Chile tras la Segunda Guerra Mundial y él nació ahí. Para mi papá, nuestro apellido es muy importante, un orgullo, porque refleja lo que somos, nuestros valores, nuestra historia, nuestras raíces y orígenes.

Hace muchos años, cuando tenía unos 13 años, viajé a Chile con mi familia. En esa ocasión  mi papá nos llevó a una oficina del registro civil chileno para buscar papeles que le dieran pistas sobre su historia. Con mucha sorpresa, la señorita que trabajaba en esa oficina encontró un papel clave: el acta de nacimiento de mi papá. Esa fue la primera vez que un hombre de sesenta y tantos años vio su acta, y supo el lugar y la hora donde había nacido.

Mi padre y toda su familia, tras la guerra, había dejado su identidad atrás. Él se naturalizó mexicano a los cuatro años, cuando llegó a México, y fue entonces cuando mi abuelo decidió que su familia era mexicana.

Años después, en un viaje a Alemania, decidimos investigar un poco más. Encontramos los nombres de su tío y sus dos primos en la lista de quienes habían muerto en el campo de concentración de Auschwitz. Mi abuelo nació en un pueblo llamado Ostrów; uno de los primeros lugares en ser invadidos con la Gran Guerra.

Cuando estábamos en Ostrów, en Polonia, nos encontramos con un historiador que había mapeado muchas historias de la guerra, pues en esa época era muy común perder tu identidad. Fuimos después a la Universidad de Kalisz, en la ciudad del mismo nombre, tras enterarnos que muchos documentos que habían sido resguardados por la iglesia, habían sido llevados ahí.

En la abadía de la Universidad de Kalisz, encontramos el acta de nacimiento de mi abuelo, que databa de 1888, un documento que sobrevivió dos guerras mundiales. Nos enteramos, así, que él nació en Prusia, un país que ya no existe, y conocimos su nombre completo. Esa era la única copia en el mundo del acta de nacimiento de mi abuelo, y estaba en la antigua abadía de una universidad de Polonia.

Mientras hacíamos estas investigaciones, conocimos a un historiador francés que nos ayudó a encontrar, años después, en una catedral de Cracovia, el acta de matrimonio de mis bisabuelos. Ese día supe más de quién era mi papá… y más de quién era yo. Al día de hoy, por una cuestión de documentos, mi padre no tiene la nacionalidad polaca.

Así como mi padre y muchas otras personas, nos enfrentamos a una lucha contra el sistema. Una de mis batallas fue al regresar de mi estudiar una especialidad en finanzas en Nueva York. Fui seleccionado para una beca y tuve la oportunidad de estudiar con maestros ganadores del premio Nobel y vivir Wall Street de cerca. Cuando volví, me dijeron que por la falta de una firma en un papel no me iban a validar mis conocimientos en finanzas. Por una firma no me podía graduar. Había estudiado con los autores de los libros que estudiábamos en la universidad en México pero, por un tema burocrático, simplemente no tenía validez. Todos los miembros de la universidad, hasta el rector, le echaban la culpa a “el sistema”, y nadie lo podía cambiar. Decidí revelarme contra la burocracia, en mi juventud, y nunca me titulé. A pesar de haber cubierto todas la actividades para hacerlo. Todo por una falta de firmas. Hasta hoy no tengo mis credenciales frente al sistema educativo.

La identidad es lo que nos hace ser únicos y las nuevas generaciones del mundo, emprendedoras y creativas, esas que no contemplamos la posibilidad de adaptarnos, queremos adaptarlo a nosotros.

En maat.ai queremos compartir historias sobre lo difícil que es crear y cuidar la identidad hoy en día, y cómo esto se relaciona, en la mayoría de los casos, con los trámites y la pérdida de tiempo generada por la burocracia. Queremos un mundo en el que todo lo que somos, todas nuestras identidades, convivan en un ambiente de confianza y seguridad… porque todos somos Humans of maat.

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